Esta tarde al pasar frente a un aparador, vino a mi mente el recuerdo o la imaginación de alguien a quien hace mucho no veía. Con la imagen sentí ese calor interno que te conforta como si estuvieras observando a tu madre preparando una taza de chocolate caliente en una fría y húmeda tarde de invierno.
Pensé que sería el recuerdo de algún amigo que, solo tal vez, ya se me ha adelantado en el camino. Es curioso tener tantas historias que contar y tan pocos los amigos que me quedan. No es curioso decir que mis amigos ya han escuchado todas mis historias. Ese sinsabor que se siente en la boca cuando las cuentas y quien parece estar escuchando ha perdido el interés y finge estar escuchando como bien lo haría un actor de cuarta.
Tal vez si era el recuerdo de un buen amigo, ¿pero quién?
También pensé que sería, solo tal vez, el recuerdo de un amor o pasión que en algún momento de arrebato fue a parar al cajón de los olvidos seguramente por algún capricho o la estupidez de quien no reconoce que se ha equivocado. Y entonces sales a encontrarte con un ticket de vuelo sin retorno a ese punto donde se encuentran las cosas que hacen latir tu corazon.
Porque no podría reconocer a alguien con quien había compartido, solo tal vez, la alegría de los desvelos, el sopor del amanecer entre copas, las platicas de los besos robados, los dolores del rechazo, la pelea en aquel bar, cosas que solo un adolescente entiende.
Por un momento me entretuve intrigado en aquella imagen familiar y ajena al mismo tiempo. Queriendo reconocer la calidez que me generaba, sería tal vez aquel amigo que me dijo: Anímate, solo tú puedes salir adelante. Solo tú tienes la decisión. Declárale tu amor, que lo que venga después es lo que el mundo le reserva sólo al atrevido.
¿De dónde venía esa imagen?
¿Será que vivo entre la lucidez, el letargo, y la indiferencia, que no me es posible reconocerle?
Mi andar es lento, mi respiración es difícil, y mi pensar….. mi pensar es como el de mi abuelo cuando me contaba historias de héroes y piratas y yo de repente un día, sin saber porque, solo fingía que le ponía atención y no sé si se habrá creído mi actuación.
Parece ser que con esa persona recorrí largos viajes por carretera tratando de descubrir juntos las maravillas de lugares lejanos. Admirando, a través de la ventana de un hotel en el camino, los paisajes de grande arboles con sus hojas rojas y doradas en una mañana que se antoja para quedarte a retozar con ella. Ella, si. La de aquella mujer que un día al salir por una puerta, en un cruce de miradas, ella te sonrió y con esa sonrisa te robó para siempre el corazon. Y entonces en menos de un minuto ya sabías que estarían unidos para toda la vida.
No sé si voy o vengo, pero me da risa pensar que la cara que me vino a la mente, sólo tal vez, podría ser la mía. Pero la falta de cabello, las arrugas, la poca vista, no me permiten reconocerla por completo.
Que cabeza la mía, por un momento creí reconocerme.